La ansiedad por separación es una respuesta emocional intensa que comúnmente experimentan los niños cuando se ven separados de sus padres o cuidadores. Este fenómeno, caracterizado por miedo y angustia ante la ausencia de una figura significativa, puede evolucionar y persistir en la adultez, reflejando experiencias traumáticas tempranas, especialmente aquellas que ocurren en la etapa preverbal.
En la infancia, la ansiedad por separación es una etapa natural del desarrollo, ya que el vínculo es necesario para la supervivencia. Normalmente, se presenta alrededor de los 6 a 8 meses y puede intensificarse hasta los 2 o 3 años. Durante este período, los niños comienzan a desarrollar un sentido de seguridad y confianza, y regulan sus emociones a través de interacciones con cuidadores consistentes y receptivos. Sin embargo, cuando estas necesidades emocionales no son adecuadamente satisfechas debido a separaciones abruptas, inestabilidad o falta de respuesta emocional, puede iniciarse una ansiedad por separación patológica. Este problema puede surgir debido a circunstancias como, por ejemplo, el ingreso hospitalario de la madre los primeros meses de vida, situaciones de adopción, Etc.
Para que se considere un trastorno de ansiedad por separación, los síntomas deben ser excesivos y persistir durante al menos cuatro semanas, interfiriendo significativamente con las actividades normales del niño y su capacidad para relacionarse con otros. Estos síntomas pueden incluir angustia extrema al anticipar la separación, pesadillas relacionadas con la separación, quejas físicas como dolores de cabeza o estómago, y un temor excesivo a perder a las figuras de apego.
Ansiedad por Separación en la adultez
Un niño que ha experimentado separación o abandono puede desarrollar un apego ansioso, caracterizado por una preocupación constante por la disponibilidad de la figura de apego y un temor intenso al abandono. Estas respuestas pueden perdurar en la adultez, manifestándose en relaciones interpersonales como una dependencia emocional excesiva, miedo a la separación, y una búsqueda constante de seguridad, asegurándose de no ser “abandonados” por parejas, familiares y/o amigos.
Este tipo de trauma preverbal se desarrolla antes de que un niño pueda verbalizar sus experiencias, generalmente en los primeros dos años de vida. En esta etapa, el cerebro del niño está en pleno desarrollo, y las experiencias traumáticas se almacenan en áreas responsables de las emociones y la memoria implícita, como la amígdala y el hipocampo. Por tanto, es posible no entender esas respuestas emocionales tan intensas cuando aparecen y culpabilizarnos por ellas. Comprender esta conexión nos ayuda a tener más compasión con nosotros mismos y a desarrollar estrategias para enfrentarlas.
Tratamiento
El tratamiento de la ansiedad por separación en adultos a menudo implica terapia psicológica. Se necesitan tres ingredientes importantes: identificar los patrones de pensamientos negativos, sanar el apego, y sanar las experiencias traumáticas, muchas veces preverbales. La integración de EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares) con enfoques centrados en el apego y la TCC (terapia cognitivo-conductual) puede proporcionar un tratamiento muy completo. El EMDR ayuda a tratar traumas tempranos que afectan las relaciones de apego, ayudando al cerebro a procesar esas experiencias preverbales que se almacenan en la memoria implícita.
En la infancia, es necesario trabajar con los padres y/o cuidadores, ya que su regulación emocional ayudará al menor. Frecuentemente, son los propios padres los que han experimentado estas separaciones repentinas, y, desde sus miedos por lo que vivieron, se traslada esta inseguridad a los hijos. Procesar estas experiencias puede ayudarlos a generar vínculos más saludables con sus hijos, y, por tanto, atender sus necesidades y emociones sin tanta angustia.
Rocío Peces Morera
Psicóloga Sanitaria. Especializada en trauma y apego
Aperta Psicología y Bienestar